Esta semana y, tras estar en lista de espera durante aproximadamente seis meses, mi chico y yo nos hemos unido de hecho. Acompañados de un testigo cada uno y, a la salida del trabajo, nos acercamos a firmar el documento por el cual somos PAREJA.
Yo nunca he querido casarme. Lo que al principio era miedo al compromiso ha evolucionado a simplemente no tener ganas de organizar un bodorrio por una parte, y, por otra, no querer hacer sentir mal a gente que tendría que quedarse fuera si decidiéramos hacer una boda muy en petit comité.
En conclusión, hacernos pareja de hecho era una gran opción intermedia que no implicaría fiesta ni ofendería a nadie por no hacerla mientras que nos permitiría, por fin, poder cuidar del otro, no solo en la salud, sino también en la enfermedad sin pegas de nuestras respectivas empresas.
La verdad es que lamentablemente no soy muy romántica por lo que me tomé el tema como una gestión burocrática más pero, a decir verdad, fue bonito. Será una chorrada cultural pero nos ha dado un chute de re-enamoramiento y de conciencia de que ya somos una familia. De momento solo de dos pero ya una familia.
Él no es un príncipe azul, ni creo que sea mi media naranja pero es, sin duda, la persona con la quiero irme a dormir todas las noches. En nuestro proceso infértil hemos pasado por muchas fases y a veces he sentido que no me entendía, que si no lo sentía como yo, era que no lo sentía en absoluto y que si no lo peleaba como yo es que no le interesaba suficiente. Pero él es diferente a mí, es capaz de observar con aparente distancia y, sin embargo, llevar, por dentro, toda la Semana Santa malagueña.
Si tenía alguna duda de esto, me quedó meridianamente claro este año en Nochevieja, cuando cada uno estábamos en nuestras respectivas ciudades natales, separados, despidiendo un año que había sido muy duro. Cinco minutos antes de terminar el año recibí un correo que me hizo llorar pero me llenó de fuerza y, sobretodo, me hizo darme cuenta de que él siempre había estado ahí (incluso cuando parecía que solo oía los partidos).
Ojalá este año no hubiera existido, mi vida. Es fácil e inmediato concluir que 2015 ha sido un continuo penar y que mucho más sencillo hubiera sido prescindir de él. Sonaba bien, era el año de la niña bonita, pero no ha podido ser peor. Las adolescencias son así y este año de tintes juveniles no ha sido menos. Uno espera que se va a comer el mundo, que por fin va a ser adulto y va poder mirar al resto de igual a igual, pero eso no ocurre. Todo es un proceso. De la noche a la mañana, campanada mediante, uno no se hace mayor y los sueños no cristalizan por si solos. Se evoluciona, te salen granos, se te quitan y te vuelven a salir. Sin embargo, tenlo claro, la vergüenza, la incomodidad y el hartazgo llega un día en que, sin saber muy bien cómo, desaparecen. Aquello que te acomplejaba y te alejaba de los tuyos acaba por marcharse para no volver. Ese momento siempre llega.
Bien conoces mi pragmatismo princesa. O digamos, que bien lo sufres. Por eso, y a pesar de los pesares, que no han sido pocos, me resisto a bajar la persiana del 2015 sin antes mirar al horizonte y paladear esos últimos rayos de sol ante los que tantas veces te he abrazado. Sé que no ha sido fácil, al contrario. Te has visto acompañada de una punzada constante en donde más duele y donde menos se ve. Allá donde nadie mira, salvo los indiscretos, pero allá donde seguro que casi nadie puede ver. Pero, oh sorpresa, has sobrevivido. Incluso te diría, que a veces has disfrutado.
Yo siempre te he querido. Suena obvio, incluso flojo para alguien que se precia de ser tu compañero de vida desde hace más de 9 años, pero es que este año me has mostrado aquello que yo atisbé y me encandiló sobre una pista de baile el curso en que ZP nos unió. Eres tenaz, luchadora, inteligente, aprendes a la velocidad de la luz, no conoces la fatiga y un modelo a seguir para aquellos que tenemos sueños y que caemos vencidos por la fatiga mucho antes de empezar. Una conversación de madrugada me enamoró y ahora veo que, aunque seas tú la que publicita su acertada intuición, a mí tampoco se me da nada mal. Si miro hacia atrás, no muy lejos, a la ribera del Duero en Oporto, me resulta increíble observar cómo has crecido. Empezaste de cero pero esa cabezota es una pasada. Yo sé poco, pero oírte despachar con los doctores me saca de dudas, y el modo en que has asimilado nuestra presente realidad me ha maravillado. Lo he pasado mal. Verte hundida y llorando a lágrima viva sin tener herramientas para sacarte del agujero ha sido muy duro. Sabes que no soy de ofrecer soluciones maravillosas, y lo que es peor ni de imaginarlas, pero es que al final no las has necesitado. Tu fuerza, tu energía te ha llevado a levantar la cabeza y a afirmar con rotundidad que nuestra realidad es calamitosa pero que nuestra vida hay que seguir viviéndola. Con el freno de mano echado, es cierto, pero así también se aprende a vivir. Tú solita lo has aprendido y tú solita lo has aplicado. Una luchadora infatigable y más lista que el hambre. Y encima un pibón. Vaya ojo tuve…
El año que afrontamos me da miedo. En el interim, mientras teníamos una hoja de ruta bien marcada, no se ha vivido del todo mal. Los días pasan y parece que la normalidad es la guía que nos acompaña pero me temo que esa apariencia de normalidad toca a su fin. Tú y yo sabemos, especialmente tú, que esa normalidad no deja de ser más falsa que oir a Mariano tender puentes con la izquierda por lo que tenemos que estar preparados. Vamos a afrontar meses que hoy se atisban decisivos y a la espera de que la ciencia, la acupuntura, la naturóloga y Juana hagan el resto sólo pido que seamos fuertes. Fuertes como personas que se mueven por un mundo en el que los niños ajenos proliferan más que la contaminación y fuertes como pareja que sabe que en ningún lado están mejor que allá donde puedan abrazarse. Los primeros meses de este secarral reproductivo nos alejaron, ahora estamos cerca. Peleemos mi amor por seguir cerca, por tenernos como apoyo y como muleta que, a pesar de sus irregularidades y chasquidos, jamás se quiebra.
Tú vas a tener a nuestro bebé en tus brazos. No tengas duda. Y cuando sea le hablaremos de aquel infausto 2015. Le contaremos todo lo que peleo su madre, todo lo que sufrió pero también le enseñaremos fotos de playas de Koufonissi, de guerras multicolores de las que no matan sino unen, de bicicletas en Formentera, de otra final perdida pero soñada, de los comienzos de dos bloggers y de su prima.
Cualquiera diría que cuando el sol se pone, a estas horas ya hace tiempo que se ha despedido hasta el año que viene, todo acaba pero tú me has enseñado que no. Que lo mejor está por llegar, que la explosión de colores que se viene es mejor que la que se fue aunque el común de los turistas ni lo entienda ni le interese. 2015 ha sido un bajón pero nada baja de continuo ni para siempre mi princesa.
¡2016, prepárate, que allí van dos futuros padres que no van a rendirse!
Por esto y por mil cosas, creo que no me he equivocado al echar esa firmilla: Viva mi novio!!